Últimamente el concepto de competitividad está muy de moda, que España no es competitiva, y tal y cual. Que nuestras empresas no pueden competir con otras del resto de Europa, debido a que los costes son mayores, y esto provoca que tengamos menos iniciativas empresariales, y por tanto más paro que otros países. Vamos a intentar explicar cómo se intentaba atajar antes estos problemas eternos de competitividad, y como lo hacemos ahora, partiendo de la base que España siempre ha sido, es y será menos competitiva que Alemania. Alguno quizás no esté de acuerdo con esto, pero yo lo veo así.
En los tiempos en qué teníamos la peseta, cuando había crisis se devaluaba la peseta de forma más o menos gradual con respecto al resto de monedas, y directamente éramos más competitivos con respecto al resto de países. Es el concepto de devaluación externa.
Esto tenía algunos problemas: no podíamos ir a gastar los dineros a París o Londres porque todo era carísimo, la gasolina subía como la espuma y cuando queríamos comprar lo último en tecnología había que desplazarse a Andorra porque España era un país atrasado con respecto al resto de países de Europa. El poder adquisitivo no daba para comprar los bienes de última generación, los mejores radiocassettes de la época o los primeros ordenadores IBMs.
También tenía algunas ventajas: los extranjeros se peleaban por venir a España, un paraíso de sol y cachondeo por cuatro perras, se montaban grandes fábricas de automóviles que a su vez generaban muchas industrias auxiliares y mucho empleo. Cualquier industria medianamente avanzada florecía en un país con unos costes tan bajos. La clase media crecía y crecía, llegó la sociedad de consumo y nos hicimos "europedos".
Fíjaros en las gráficas, la devaluación de la peseta cuando estaba en circulación, respecto al marco alemán. En el segundo gráfico, se puede observar como la crisis del año 1982 se solucionó a base de política monetaria, de devaluar la peseta, y ya no digamos la crisis del año 1992, después de las Olimpiadas. La devaluación de la peseta fue masiva. En 1952 un marco equivalían a 10 pesetas, en 1978 un marco equivalía a 40 pesetas, en 1987 un marco eran 70 pesetas y cuando acabó el boom de las Olimpiadas y la Expo en 1992 la crisis fue tal que la devaluación fue brutal: un marco llegó a valer 91,92 pesetas.
Durante este período de solucionar los problemas mediante la devaluación externa, las crisis eran agudas pero muy cortas, ya que la política monetaria hacía sus efectos rápidamente: los costes bajaban como la espuma respecto a otros países, y España se hacía muy atractiva y competitiva para la inversión extranjera de todo tipo.
Posteriormente, los tratados de Maastrich de 1992 y la creación de la moneda única cambiaron las cosas. La política monetaria se cedió al Banco Central Europeo (BCE) y toda Europa fue un jolgorio en que se olvidaron antiguas rencillas políticas y militares, se acabó el miedo a problemas de tiempos ya pasados. Aún recuerdo ver en la tele a gente con peinados simbolizando el euro, y demás fiestorros. A nadie le importó perder la competencia monetaria del Banco de España, porque era 2002 y España "iba bien", en plena éxtasis inmobiliaria.
Sin embargo, la burbuja explotó, y el ministro de economía de turno junto con el gobernador del Banco de España no pudieron devaluar nuestra moneda, porque ya no había moneda ni competencias. Así que se dio una patada "palante", se dijo que no había crisis, y se confió en que el problema pasaría. Pero no ocurrió así. La crisis persistió, y entonces nos dimos cuenta que había otro concepto para mejorar la competitividad: la devaluación interna.
¿Y en qué consiste la devaluación interna? En bajar los salarios hasta lograr ser más competitivos. Véase el siguiente gráfico: a partir del último trimestre de 2008, cuando explotó todo, comienzan a bajar los salarios (algunos les llaman costes laborales) hasta 2010, año en que los llamados "brotes verdes" llegan y hay un ligero resurgimiento económico. Sin embargo, esa situación se trunca rápido, y el golpe definitivo a los salarios en España llega con la última reforma laboral, aprobada en febrero de 2012. El segundo y el tercer trimestre de 2012 los salarios aún medio aguantan por el verano y las dudas sobre el texto, pero el último trimestre de 2012 se ven todos sus efectos.
En muchos medios, se alaba la reforma laboral diciendo que será la que nos saque de la crisis. Nos ponen gráficos como el de abajo, de las diferencias de
competitividad salarial entre España y la Unión Europea, y cómo gracias a la reforma laboral vamos reduciendo las diferencias. Y eso es cierto (aunque sea a base de empobrecer a los que aún trabajan).
Según mi punto de vista, es cierto que ahora somos más competitivos, pero no es creíble que podamos salir de la crisis así. Siendo cierta la ganancia de
competitividad existente en el gráfico, me gustaría realizar una pregunta a los que proclaman que éste es el camino. Si desde el año 1990 un marco equivalían a 65 pesetas, y tras la
devaluación masiva del año 1992, en 1995 un marco valían 91 pesetas... vamos, una
devaluación externa (vía divisas) del 40%... ¿será necesario una
devaluación interna (salarios) del 40% para que salgamos de la crisis?
Creo que la respuesta es sí, aunque dudo que nadie con autoridad política sea capaz de decir una cosa similar. A raíz de esto, se me ocurre una pregunta de mayor calado: si la respuesta es sí, vamos, que la
devaluación interna vía salarios debe ser del 40%... ¿no sería mejor salir del euro y hacer una
devaluación externa de la peseta, como toda la vida, a pesar de que durante el inicio fuera un caos? Quizás así tendríamos un muy mal presente, pero habría futuro.
Noticia relacionada del día 19/06/2013:
"El FMI pide otra reforma laboral que abarate el despido y baje los sueldos.El Fondo pide a las empresas crear empleo a cambio de moderación salarial. El organismo aplaude la propuesta de lo expertos para reformar las pensiones"http://economia.elpais.com/economia/2013/06/19/actualidad/1371632728_241733.html¿Alguien esperaba algo diferente? :) La maquinaria está en marcha, y es imparable, salvo giro brusco de timón
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